martes, 21 de abril de 2015

19.- MANITAS DE MINISTRO


   RECORDS DE LA MEUA INFÀNCIA. PUBLICAT EN EL DIARI LES PROVÍNCIES
  15-11-2014.  



   Terminamos de levantarnos casi de noche y nos dirigimos al bancal de cepas donde mi abuelo la tarde anterior había parado las trampas (rateretes) para ver si cogía algún zorzal. En aquella época las entradas de zorzales, petirrojos…eran abundantes, puesto que el cambio climático, la degradación del medio ambientes, los herbecidas… vete tú a saber, no habían afectado para nada la inmigración a nuestro mediterráneo. Era costumbre entonces ponerles las trampas a las que se les ponía una aceituna madura o una hormiga voladora que al mover las alas y pegarles el sol, brillaban y se convertían en el cepo perfecto.

Se hacían fritos con ajos, se conservaban en aceite e incluso se añadían a la paella sobre todo la que se hacía entre amigos. Otros tiempos, otras maneras, mucha escasez y necesidades. Para no herir susceptibilidades diré que la fritura con ajos se consiguió, pues era unos de los aperitivos preferidos para tomarse con un buen vaso de vino.

Regresamos a casa y el olor que salía de la cocina era indescriptible. Apenas habíamos desayunado con un trozo de pan con tocino y el hambre apretaba.

Mi tía había hervido unas manitas de cerdo que previamente había limpiado a conciencia y les había quitado la espuma y las impurezas, cambiándoles la primera agua. Incorporo una cebolla entera y unas hojas de laurel y dos clavos de especie y un poquito de sal. Cuando estuvieron bien tiernos – una hora larga a fuego lento – los retiró a un plato.

Sofrió en una cazuela una cebolla y un ajo rallados que cuando estuvo metió una cucharada de harina que removió para quitarle el gusto. Una cucharita pequeña de pimentón seco y continuación abundante tomate rallado. Una vez casi hecho colocó las manitas de cerdo y un vaso del caldo donde habían hervido. Rectifico de sal, espero que redujera y quedase la salsita.

Un plato de aceitunas ralladas una a una sacadas de su salmuera y adobadas con ajedrea, el pan redondo de horno tradicional que no hizo más que ayudarnos a pringarnos los dedos mojando en el plato que llamábamos “manetes de Ministre”.